REFLEXIONES SOBRE EL SUFRIMIENTO

REFLEXIONES SOBRE EL SUFRIMIENTO

Alfonso Botero Guzmán (NCenC)

Quizás usted esté atravesando una prueba muy difícil en este momento, tal vez le acaben de diagnosticar una enfermedad incurable, tenga un problema familiar, lleve meses buscando un empleo, haya sido injustamente encarcelado, esté atravesando una dificultad financiera, acabe de perder un ser querido o le suceda cualquier otro evento que lo entristece y lo deprime a tal punto que no quiere vivir más. Cualquiera sea su carga, quiero que sepa que el Señor Jesucristo, es quien más se compadece de ti.

Jesús soportó todas las circunstancias del sufrimiento. Nuestro Señor, supo lo que era ser pobre, lo que era la soledad, la sed, el hambre, el tener enemigos. Padeció el dolor físico de una manera vergonzosa y dolorosa, porque fue clavado sobre una cruz. Supo lo que es pasar a través del valle de sombra de muerte, y la soportó por todos nuestros pecados.

 ¡Nunca nadie ha sufrido más que el bendito Hijo de Dios!  Es por eso por lo que Él puede compadecerse hoy de nosotros. Ese mismo Dios, el de la Biblia, en quien yo pongo mi fe, deposito toda mi confianza, alabo y procuro obedecerle, conoce todas las cosas desde el principio hasta el fin. Él tiene un plan para ti y para mí, y aunque suene incomprensible, todos los acontecimientos que consideramos “malos”, que nos ocurren en el peregrinar por esta tierra, y que nos afligen la existencia, son circunstancias que de alguna manera nos sirven para moldearnos y forjarnos un carácter conforme al de Cristo.

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.     Juan (16:33)

Justo por estos días recibí la noticia de que mi hermano mayor debió ser hospitalizado a causa de un infarto al miocardio, que lo llevó a que le practicaran urgentemente una cirugía de corazón abierto, como única vía para restaurar su salud. Aspiro que él, entienda que la oportunidad de extender su existencia por un tiempo más, tiene como principal fin ver la vida desde una perspectiva diferente a su ateísmo. Le doy gracias al Padre por alargarle sus días y le ruego le permita meditar en cual es el propósito de su vida, de donde vino, hacia donde va; pero, sobre todo, que entienda cómo debemos llegar a esa puerta que llamamos muerte, de la cual estuvo tan cerca y que tarde o temprano, todos tendremos que atravesar.

A veces creemos que el sufrimiento, indistintamente en la forma que se presente, es un castigo de Dios, o en el mejor de los casos algo que Él, se inventa para acongojarnos, hacernos sufrir o dañarnos la vida. Pero déjeme explicarle que la mayoría de los males que nos ocurren nos los hemos buscado y son producto de nuestra necedad y desobediencia de cara a lo que el Creador nos mandó. Aunque no es explícito en la biblia, me atrevo a asegurar que todas las pruebas por las que atravesamos siempre llevan impreso el mensaje de que el hombre entienda que tenemos un dueño y Creador, que dependemos de Él tanto en la existencia corporal, como en la vida espiritual.

Esto que transcribo a continuación lo saqué de un escrito, que me pareció muy interesante incluirlo: El famoso pintor y escultor Miguel Ángel, decía que él veía en un bloque de mármol lo que había por dentro antes de esculpirlo con cincel y martillo. Si el mármol pudiera hablar sin duda gritaría de dolor y diría: ¿por qué me haces esto? ¿Por qué me maltratas?” y usted le respondería: “Estoy esculpiendo sobre ti la imagen que está en mi mente”.

Eso es exactamente lo mismo que Dios está haciendo contigo.

Frecuentemente las experiencias de nuestro sufrimiento son la forma cómo Dios nos dota de herramientas para entender las necesidades de otros. No olvides el mandamiento de amar al prójimo que tanto nos reiteró el Señor. Preste atención y lea cuidadosamente frase por frase, lo que nos enseña la Palabra a través del apóstol Pablo en la segunda carta a los Corintios:

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación”.

2 Cor (1:3-4)

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