ETERNAMENTE MUERTOS POR “PARALISIS ESPIRITUAL”

ETERNAMENTE MUERTOS POR “PARALISIS ESPIRITUAL”

Alfonso Botero G. (NC en C)

En el libro de Juan, capítulo 5:(2,9), podemos leer la historia de un hombre paralitico por más de 38 años, que iba con muchos otros enfermos, ciegos y cojos, al estanque de Betesda a esperar el movimiento del agua, porque según la tradición, un ángel descendía de tiempo en tiempo a aquel estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.

Podemos deducir del párrafo anterior, que esta persona era un hombre de fe y que esperaba ser sanado milagrosamente por el ángel. Ahora bien, Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: “¿Quieres ser sano?  Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. 

Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho y anda. Y al instante, aquel hombre fue sanado, tomo su lecho y anduvo…”

Es evidente, que por sí mismo, el hombre nunca llegaría al estanque primero que los demás; de hecho, dijo: “Otro desciende antes que yo”. No obstante, iba hasta aquella fuente de agua estancada con la esperanza de sanarse. Su persistencia lo premió. Ya vimos que sin lograr bajar y entrar al estanque, el Señor obró un milagro en él y lo sanó. Aquí es importante resaltar que el paralitico nunca llegó a entrar al agua del estanque; Sin embargo, al contrario de lo que siempre esperó, no tuvo que entrar a la fuente estancada, sino que fue la verdadera y única fuente de agua viva y que todo lo puede, la que se acercó a él y lo sanó.

La exhortación que quiero hacer en estos renglones es con relación a la necesidad que tenemos todos los seres humanos de ser sanos para el resto de nuestra vida. Es decir, ser salvos para la eternidad. Si vemos paralelamente la vida que llevamos y la comparamos con los enfermos que se reunían al lado del estanque de Betesda esperando la oportunidad de sumergirse, para obtener una curación temporal o física, podemos concluir, que nosotros sufrimos una especie de “parálisis espiritual”, dado que, aunque se nos ha revelado la fuente de agua viva que nos puede liberar de todo mal y darnos la vida eterna, no hacemos nada para llegar a ella (y eso que no estamos paralíticos), o lo hacemos con relativa pereza y poca fe.

Mientras los enfermos de Betesda, tenían una sola oportunidad, para que una vez el agua se agitase el primero en sumergirse se sanara, nosotros gozamos del privilegio de saber dónde está la verdadera fuente y está disponible los 365 del año.  Sabemos por la Palabra de Dios, que Jesús descendió para sanarnos y darnos vida, ya que por nosotros mismos es imposible obtener la salvación.

Y así como al paralitico, le dijo: levántate, toma tu lecho y anda, sin saber quién lo había sanado (lo supo después), ni quien era Jesús, a nosotros nos enseña el camino y nos invita a seguirlo. Usted y yo, a diferencia del paralitico, tenemos el privilegio de saber que Él, es el Hijo de Dios, que vino a perdonar nuestros pecados, a mostrarnos el camino de la salvación y a darnos vida eterna.

No peques más para que no te venga alguna cosa peor, le dijo Jesús al hombre ya restaurado en su salud. A nosotros nos dice igual: No peques más, anda en obediencia y haz la voluntad del Padre. Ten claro que peor que una parálisis física temporal, es la muerte eterna en el infierno a causa de una parálisis espiritual eterna.

“Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y  sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”      Mateo 9:35

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