PROSPERIDAD CELESTIAL O TERRENAL

PROSPERIDAD CELESTIAL O TERRENAL

Alfonso Botero Guzmán (NCenC)

Cuanta falsedad hay en la boca de algunos predicadores en iglesias cristianas, y especialmente en aquellas denominadas carismáticas, donde el verdadero evangelio se ha acomodado a una predicación orientada a satisfacer las expectativas de cientos de seguidores, que a cambio de una ofrenda “condicionada”, esperan un resultado milagroso a una situación particular, ya sea de carácter económico, laboral, de salud o cualquiera otro. Mientras esto sucede y ellos esperan que su petición en oración pública sea resuelta, los dichosos “mercaderes de la fe”, se siguen enriqueciendo ofreciendo hipócritamente una prosperidad, que según ellos, todos sus seguidores con cierto grado de fe, tienen asegurada en el nombre de Dios.

Despierte amigo, se lo digo en el amor de Jesús y no con la intención de ofenderle o incomodarle. Sepa usted que tal evangelio basado en dichas promesas de prosperidad no es realmente el que la Biblia enseña.

De hecho, en la iglesia primitiva, los milagros que estos practicaron, fueron contados con los dedos y se hicieron con la firme intención de mostrar el poder y la gloria de Dios a través de su hijo Jesucristo, quien a su vez les dio poder a los apóstoles para que proclamaran el evangelio. Lo cual, no significa que Dios en su infinita misericordia y Divinidad no haga milagros hoy en día.

Escuche el siguiente extracto del capítulo 1 del libro de Josué: “Mi siervo Moisés ha muerto. Por eso tú y todo este pueblo deberán prepararse para cruzar el río Jordán y entrar a la tierra que les daré a ustedes los israelitas. Tal como le prometí a Moisés…

LA TIERRA PROMETIDA, es la promesa de Dios para su pueblo a través de Moisés en el antiguo pacto.

UN LUGAR CELESTIAL, es la promesa del Dios para su Iglesia a través de Jesucristo en el nuevo pacto.

Pero si leemos con atención los versos siguientes, puedes ver que en la promesa hay una condición, tal como la sigue habiendo hoy en día:

 “…Solo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te ordenó. No te apartes de ella para nada; solo así tendrás éxito donde quiera que vayas… cumple con cuidado todo lo que en él está escrito… Así prosperarás y tendrás éxito.  Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará donde quiera que vayas”

¿Entiendes ahora de que trata la promesa de prosperidad? No es precisamente la misma idea que hoy tratan de vendernos los personajes que te invitan a ofrendar, diezmar o hacer obras de beneficencia, para recibir la bendición. No seas ingenuo e incauto, no te dejes confundir y timar por pastores vestidos de ovejas, que por desgracia para la iglesia de Cristo, abundan y no solo tergiversan el evangelio, sino que se lucran descaradamente de aquellos que no leen la Biblia. 

No obstante, quiero aclarar que tanto la ofrenda, como el diezmo y demás formas de apoyo son necesarios para mantener y crecer la obra del Señor, y aunque el diezmo no sea obligatorio, como lo fue en el antiguo pacto, debemos cumplirlo para la gloria del Padrea. Pero no lo haga pensando en vanas promesas de hombres, sino más bien con la certeza de estar actuando conforme a la voluntad de Dios, para que ese actuar te conforte y te de la paz, la confianza y la seguridad, que solo aquellos que andamos en obediencia podemos sentir.

Recuerde que la promesa viene acompañada de una condición que no es negociable, y que además constituye una ordenanza Divina. La prosperidad aquí referida está explícitamente sujeta a que seamos fuertes y valientes, para luchar contra este mundo caído y de esa forma mantenernos firmes y obedientes en la Palabra, para ser prosperados al recibir la morada celestial, aquella que el mismo Jesucristo nos reiteró en Juan (14:23), respondió Jesús y le dijo:

“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”.

Esta promesa de prosperidad celestial que nos ofrece el Señor, es la que todos debemos alcanzar sin descanso. Es realmente lo único por lo que vale la pena dar todo, al fin y al cabo es la vida misma y para la eternidad.   

Administrador
info@sinagogaonline.com