MUCHA RAZON Y POCA FE

MUCHA RAZON Y POCA FE

Alfonso Botero G. (NCenC)

La razón, esa intangible pero importante parte de la mente humana, que nos sirve para comprender lo material y lo científico, aleja de alguna manera a las personas de la divinidad. Esto se debe a la incapacidad de entender las cosas que consideramos sobrenaturales, entre otras, la creación en sí misma, la vida, la muerte y la propia existencia eterna del Creador.

Según los expertos, nuestros pensamientos llegan al cerebro, pasan por la mente y posteriormente van al intelecto, para que este último tome decisiones. Como resultado de dichas decisiones nos queda un registro almacenado al interior del cerebro que va formando hábitos, vicios o manías. Esta rutina cíclica parece una teoría comprensible y generalmente aceptada psicológica y socialmente, sobre todo cuando tratamos de demostrar teorías o principios científicos y algunos fenómenos naturales. Sin embargo, cuando nos encontramos por ejemplo con sucesos debidamente registrados en las Sagradas Escrituras, relacionados con la vida de Abraham, Moisés o David, por citar algunos de los muchos personajes que aparecen relacionados como patriarcas, profetas, jueces, reyes o sacerdotes, nos negamos la oportunidad de estudiarlos, analizarlos y/o razonarlos.

Me pregunto entonces ¿Cuál es el motivo para jactarnos y vanagloriarnos de esa particular característica nuestra llamada “razón” y que nos diferencia del resto de las criaturas? ¿Qué pasa entonces con los demás seres vivientes, tanto del reino vegetal, como del animal? Sobre todo, cuando, no obstante, y de acuerdo con nosotros, no tienen un intelecto tan desarrollado como el nuestro, pero incluso así, viven en mayor armonía entre ellos y con su entorno, a diferencia de los casi 8.000 millones de semejantes que existimos en este planeta tierra y gozamos de razón.

Este es precisamente el punto interesante de este articulo y la invitación a reflexionar sobre el tema de la Fe,  que paradójicamente no debería razonarse, pues no se encuentra en los libros de psicología, ni aparece en ningún tratado de la anatomía humana, y es evidentemente, ese algo crucial que poseemos como criaturas de naturaleza humana y que nos permite diferenciarnos de todas las demás criaturas con las que interactuamos.

Así como la razón nos ha permitido crecer intelectualmente, para concebir y entender los fenómenos naturales, también ha sido un obstáculo para dejar comprender aquellos fenómenos sobrenaturales y en especial para dejar volar nuestros pensamientos hacia las cosas de Dios. En el capítulo 12 verso 2 del libro de Ezequiel, podemos leer:

“Hijo de hombre, tú habitas en medio de casa rebelde, los cuales tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oyen, porque son casa rebelde”.                                                                                                                                                                                                                                                                     Ezq (12:2)

La rebeldía de la que habla el Creador a Ezequiel, hace referencia a la necedad y terquedad del hombre por no creer nada, que no sea entendible o razonable. Aquí hay un claro indicio de porque la fe y la razón de alguna manera deben convivir y no tienen por qué ser antagónicas; aunque, en lo personal debo reconocer que he aprendido a moverme más por fe que por la razón, al menos en lo que respecta al propósito de mi vida.

Días atrás meditaba respecto a por qué el Espíritu Santo, cuando se apareció a Jesús mientras Juan el Bautista lo bautizaba, lo hizo en forma como de paloma y no en otro animal, llegué a la conclusión de que, justamente el ave para poder volar exige estar provista de sus dos alas, mientras que a nosotros los hombres, Dios nos bendijo para poder volar hacia Él , no con alas, ni tampoco con la razón, sino con la Fe.

Definitivamente, es la Fe la que nos permite, traspasar esa línea fronteriza que trasciende de lo racional a lo sobrenatural, tal como si voláramos de lo material a lo espiritual. Al igual que las aves que necesitan de sus alas para emprender el vuelo para migrar de un lugar a otro, nosotros también fuimos provistos de la fe que es indudablemente el instrumento perfecto que nos permite “levantar el vuelo” para migrar de este plano físico, material, temporal y finito, a un mundo celestial infinito y eterno en la presencia del Creador. Ese es el viaje que todos debemos hacer.

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para Él son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”.                                                                                                                                                                                              1 Cor (2:14)

Administrador
info@sinagogaonline.com