ALUMBRATE Y ALUMBRA A OTROS

ALUMBRATE Y ALUMBRA A OTROS

Alfonso Botero Guzmán. (NC en C)

Es claro y reiterativo que la humanidad perdió el norte y vaga sin rumbo hacia cualquier parte. Peor aún, anda en absoluta oscuridad y por lo tanto, no sabe hacia donde avanza. A menos que logremos reconectarnos a la fuente de luz, aquella a la que le huyen las tinieblas, su fin será un desastre.

En el Salmo 119, que no está por demás decirlo, es el más largo de ellos, y se encuentra casi en la mitad de la Biblia, encontramos una fuerte y permanente invitación del Señor a que lo conozcamos en su Palabra. Exhortaciones recurrentes a lo largo del mismo, nos indican que su Palabra nos vivifica, nos aviva en su caminar y nos conforta en su misericordia y en sus juicios. Motivos más que suficientes para apropiarnos de todas esas hermosas promesas. Particularmente, hay uno de esos versículos, que me atrevo a pensar, es de los más leídos y escuchados, pero quizás, no tan bien meditado. Escuche: “Lampara es a mis pies tu Palabra y Lumbrera a mi camino”. Sal (119:105)

De acuerdo con una definición antigua de lámpara, se describe como un utensilio con el cual se producía luz y consistía en un recipiente pequeño que se llenaba de aceite de oliva y de la cual salía una mecha. Esta se empapaba del aceite y ardía fácilmente al aplicarse fuego. Ahora bien, si observamos con atención, actualmente tenemos el equivalente de estos utensilios conocidos como focos, lámparas, bombillos, linternas, antorchas, velas, etc., cualquiera sea el caso, todos necesitan de un combustible o una fuente de energía que irradie y proyecte la luz. De lo contrario no sirve de nada. La luz que alguno de estos artilugios nos pueda proporcionar, siempre deberá estar provista de algún combustible como electricidad, Kerosene, gasolina, gas, alcohol, carbón, madera o cualquier otro similar que se pueda encender, proveer luz y poder ver algo en la oscuridad. No obstante, estas a veces pueden fallar o agotarse rápidamente y volver a dejarnos en tinieblas.

Pero gracias a Dios, a diferencia del combustible a usar en cualquiera de los mecanismos descritos para alumbrar, la Biblia en nuestras vidas es la lampara a nuestros pies, con una fuente inagotable de luz: Jesucristo, quien se convierte en nuestra lumbrera y nos dirige el transitar por esta tierra sin temor a tropezar. Nos promete llevarnos a lugar seguro, donde jamás estaremos bajo oscuridad o tiniebla, pues Él, es quien nos lleva (nuestra lumbre) y nos garantiza que mientras tú no te sueltes de su mano, llegarás en todo su resplandor. Escucha su promesa: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida”. Juan (8:12).

Así que la invitación para ti es que ya sabes dónde encontrar la lampara (Biblia), solo ábrela, entra en ella y encontraras la lumbrera (la fuente de luz inagotable), síguela para que no andes mas en oscuridad y alumbres tu vida y la de los tuyos mientras trasciendes por esta tierra. En el libro de Mateo (5:16), Jesús nos exhorta a hacerlo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

La luz del evangelio y de la fe es dada para comunicarla y compartirla. Así que enciende tu lámpara y ponte donde más alumbres, no te escondas, no temas al qué dirán los demás, agrada a Dios antes que a los hombres. No guardes lo que ya sabes, aclárale el caminar a los tuyos y a los demás. Recuerda que tienes la lámpara (Biblia) y tu puedes ser lumbre para todos. Transmite, difunde y comunica la luz.

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